El puente

Para los muy bien pensados y pensantes, su denominación remite efectivamente (y desde mi subjetividad, claro) al arrullo materno y al alimento primigenio, a ese paraíso cálido del que, días atrás, fuimos expulsados por el parto.

Antes de dormir,  cometo la enorme imprudencia de ver un video sobre política y políticos en You Tube. Estoy en fase de abstinencia y vengo logrando muy buenos resultados, a veces sorprendentes y todo gracias a mi esfuerzo: mejor dormir, mejor pensar, mejor actuar. Pero, cada tanto, no puedo evitar caer en la tentación de intoxicarme un poquito: inflación, corrupción, inseguridad. ¿Por qué y para qué decaigo? Por ósmosis, supongo, por ese acostumbramiento a abaratar el precio de mi existencia durante esos largos minutos que dura el bodrio infumable que estoy escuchando, visualizando y (gran error) internalizando. No quiero llevarme esos residuos a mis sueños. Quito el video y pongo en pantalla el top ten de mis cuencos tibetanos. El mono baja de la rama y comienza a esfumarse. Suspiro.

Hace algunos días anuncié mis alabanzas hacia ese puente que une la vigilia con nuestro universo onírico, un lugar etéreo y maravilloso para transitar brevemente o para caminar con esos pies de plomo que se van transformando en plumas de seda aterciopelada a medida que avanzamos hacia la película que nuestra propia experiencia interna haya decidido proyectar esa noche.

Entre el top ten, elijo uno que provoca un raudo atravesar. Y no es que esté apurado por conciliar el sueño, pero entre una afición tóxica con ningún aporte ni nutriente y un hábito auditivo que destila salud en cada una de sus vibraciones…no dudo ni un nanosegundo en abrazar a este último. El elegido de la semana es un video (más audio que otra cosa, buscadlo) que acompaña el sonido de los cuencos tibetanos con las majestuosas ondas Theta, aquí anunciado para dormir pipón y sanar los chakras con ondas binaurales.

¿Y qué son las ondas binaurales? Son ondas que se pueden escuchar con ambos oídos, un mismo sonido que, originalmente, parte de dos caminos, uno de esos pequeños milagros que comulgan al unísono dentro de nuestra corteza auditiva para  reducir nuestra ansiedad, nuestro estrés, algunos dolores crónicos y propiciar el terreno (en caso de tenue vigilia) hacia un estado idóneo de contemplación o su sucedáneo positivo y (a menudo) resiliente: la meditación

 

© Nicolás García Sáez