Montmartre al óleo

La mujer se mueve con esa gracia que solo puede tener un mimo; cambia su postura una y otra vez, mira hacia la cámara y me regala un beso con forma de paloma. Luego, con dos pequeños movimientos, recorre la atención del centenar de personas que llenan la galera de monedas y los francos que sobraron del almuerzo.

Primeros latidos de Montmartre que se sienten apenas iniciado el ascenso de sus centenarias escaleras, rodeadas de arbustos, que llevan a la explanada delantera del Sacre-Coeur, la mundialmente famosa basílica bautizada por los parisinos como le gateau a la crème (pastel de crema) por la blancura de su fachada y su semejanza a una torta de cumpleaños. La gran escalinata es tentadora; uno puede pasarse horas disfrutando de la mejor panorámica que se puede tener de una de las ciudades más bellas del mundo. Siempre hay alguien a quien escuchar, a quien ver, a

quien conocer. La colina de Montmartre mantiene su encanto gracias a su aire de pueblo en la gran ciudad.

A la sombra del Sacre Coeur, se encuentra la iglesia de Saint Pierre de Montmartre. San Pedro es una de las iglesias más antiguas de París, lo único que queda en pie de la gran abadía benedictina del año 1333. Muy cerca se encuentra la pintoresca Place du Tertre (el montecillo), que representa la atmósfera del París anterior a la guerra; es el punto más alto de la ciudad (unos 130 metros). Lo que fuera en el pasado la horca de la abadía, hoy es más conocido por sus vínculos con los artistas. En esta vieja plaza pululan retratistas que se ganan la vida inmortalizando al turista en sus telas, un recorrido a través de pinceles, óleos y pasteles provoca la lisérgica sensación de estar viendo un retrato muy acertado, pletórico de vida, mientras es observado por su versión inmóvil de carne y hueso.

Cercano a la Place du Tertre se encuentra el famoso Au Lapin Agile (El Conejo Agil), el famoso club nocturno que, a partir de 1910, se convirtió en el lugar de reunión de intelectuales y artistas. En 1911, el novelista Roland Dougeles, que despreciaba el arte moderno tal y como lo percibían Picasso y los otros pintores, gastó una broma a un amigo y cliente del lugar, Guillaume Apollinaire, poeta, crítico y defensor del cubismo. Dougeles ató un pincel a la cola del mono del dueño del club y mostró el resultado en el Salón de los Independientes, bajo el título: “Atardecer sobre el Adriático”. Hoy, “el conejo ágil” -que fue pintado en una serie de carteles por Toulouse Lautrec-, se esfuerza por mantener su ambiente original. Y un pequeño gran detalle: al entrar se puede apreciar una fotografía dedicada de Carlos Gardel.

La rue Junot, abierta en 1910, alberga muchos estudios de pintores. En el Número  5 se alza la Maison Tristán Tzara, llamada así por su anterior dueño, el célebre poeta dadaísta rumano; al final de la avenida Junot, subiendo las escalinatas de la alameda Brouillards, se encuentra una verdadera locura arquitectónica: el castillo de Brouillards, casa del escritor simbolista francés Gerald de Nerval, que se suicidó en 1855.

Subiendo por la rue Ravignan se llega a la Place Emile Goudeau, bella plaza de castaños y farolas en la que se encontraba el famoso Bateau Lavoir (el lavadero), bautizado así por el poeta Max Jacob. Esta meca artística y literaria, era una vieja fábrica de pianos que, entre 1890 y 1920, albergaba a muchos prometedores artistas y escritores que vivían en condiciones precarias con solo una canilla, un lavabo y un inodoro. Entre los inquilinos, que dormían por turnos, se encontraban Picasso, Marie Laurencine, Juan Gras y Modigliani. Las señoritas de Avignon, genial obra de Pablo Picasso y que marca el inicio del cubismo, fue pintada en este despojado lugar, en 1907. Hoy existen aquí varios estudios a disposición de artistas noveles.

El Espacio Montmartre Salvador Dalí, es una exposición permanente de 330 obras del pintor y escultor español que se despliega en pleno centro de Montmartre. Además, el vasto y oscuro recinto refleja el carácter dramático de Dalí. Las luces móviles resaltan, uno tras otro, oníricamente, los trabajos surrealistas; como contrapunto , el tono monocorde de la voz de Dalí. Este original museo contiene también una galería de arte y una biblioteca.

Otro museo importante es el de Montmartre; desde 1875 esta gran casa blanca sirvió de vivienda y estudio a numerosos artistas, incluido Maurice Urillo. El museo reconstruye la historia de Montmartre desde los días de las abadesas hasta el presente, mediante objetos diversos, documentos, dibujos y fotografías, destacan los que rememoran los tiempos intensos y casi irrecuperables de la vida bohemia.

París, año 2000

Texto y fotos: © Nicolás García Sáez

Crónica publicada en el suplemento de viajes del diario Página 12

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