Es muy difícil entrevistar a un bombero. En un par de horas pautadas, que luego se transformaron en tres, interrumpidas por llamadas de urgencia -cada aproximadamente treinta minutos-, esta entrevista se llevó a cabo en el Parque Central de Bomberos de Barcelona. Y es que, a fin de cuentas, de eso se trata: un grupo de hombres al servicio y atención de la ciudadanía, dispuestos a jugarse la vida, las veinticuatro horas del día.
José María M. tiene 38 años, es catalán, hijo de andaluces y hace once años y medio que trabaja como bombero. Cumple un horario de 24 horas seguidas, cada 72 de fiesta, de junio a septiembre, y de 24 cada 96, el resto el año (un día de trabajo entre cuatro de fiesta), gana cerca de 1.400 euros al mes y sus días libres los gasta como socorrista y profesor de natación.
José María transmite frescura, buen rollo, seguridad, confianza, un tipo amistoso con un equilibrio que no hace ruido y trae consigo muchas nueces. Es un muchacho que ha visto y sentido de todo: la desesperación de la gente entre las llamas, confusión, gritos, probablemente impotencia, tristeza… pero también el humilde sabor de la victoria, de una palmada en el hombro, los aplausos en barrios enteros.
Suena la señal de alarma y debemos interrumpir la entrevista: un hombre de unos 140 kilos se ha caído y no puede levantarse por sus propios medios. Mientras José María y sus compañeros hacen su trabajo, aprovecho para recorrer el cuartel de la calle Provenza. La energía que circula en el ambiente es de camaradería y compañerismo. Hay pasos apurados, oídos atentos en la sala de operaciones, nombres de pila sonando en los altavoces, piezas de un engranaje humano que parece funcionar a la perfección.
José María está muy a gusto con su trabajo. “Llevo más de 11 años y parecen 4 días”, dice, y adelanta su deseo de jubilarse en el parque de bomberos. Da unos pasos hacia atrás en su propia historia y destaca dos incendios puntuales en los que participó y que han calado hondo en su memoria: el infierno desatado, a principios de los noventa, en el Gran Teatre del Liceu y uno que tuvo lugar hace algunos años en el ático de un edificio de siete plantas: allí, una mujer desesperada, de unos 70 años, encerrada entre el humo y el fuego, veía como única opción arrojarse al vacío. Varios metros arriba, desde la azotea de un edificio vecino, José María descendió con 20 kilos de equipo. Se evita el desastre, el bombero ocupa el lugar de la mujer, pero sus compañeros no lo pueden volver a subir. El vértigo, la confusión, la adrenalina, el corazón a mil, actuar con suma rapidez o perecer en el intento. Finalmente sale casi ileso, con dos meniscos rotos al saltar a otro balcón, dos pisos más abajo.
“En un incendio te mueves por intuición, uno más uno casi siempre es tres; es como un juego muy serio para ver quien puede llegar más; llegas al sitio, evalúas y valoras y lo que valoras, lo haces”, afirma. Le pregunto por el temor, los nervios y me dice que en el único momento en que realmente lo siente es cuando tienen que ir a buscar el cuerpo de un suicida. “Nunca sabes lo que te vas a encontrar”, sentencia José, que ni fuma ni bebe, un tipo deportista que ha ganado varias medallas en las recientes olimpíadas de policías y bomberos. Habla con tristeza sobre los incendios que azotaron Catalunya en el mes de agosto, cuando suena nuevamente la señal de alarma. El deber que llama, una vez más, a la puerta de estos héroes urbanos dispuestos a tender una mano a quien los necesite.
© Nicolás García Sáez / Texto y foto
Trabajar en BCN / Diario ¨Metro¨/ Año 2003 / Barcelona
“Trabajar en BCN” fue una sección de mi autoría, que se publicaba semanalmente en aquel diario europeo y en la que indagaba en oficios y labores fuera de lo ordinario que se realizaban en la ciudad de Barcelona.
Metro fue el diario gratuito más importante del mundo. Contó con 24 ediciones, en 16 países y en 15 idiomas. Se distribuía y difundía en Barcelona, Madrid, Estocolmo, Gotemburgo, Malmö, Copenague, Helsinki, Praga, Budapest, Amsterdam, Atenas, Milán, Roma, Varsovia, Santiago de Chile, Filadelfia,Toronto, Montreal, Boston, París, Marsella, Lyon, Hong Kong y Seúl. (año 2002)
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