Estatuas que respiran / Trabajar en BCN

Ella tiene 37 años y él 46. Tienen tres hijos, trabajan algo más de ocho horas diarias y -en un día de suerte- pueden llegar a ganar entre 80 y 100 euros. La temperatura ronda los 40, casi 41 grados, en el día más caluroso del año de este agosto infernal, en Barcelona. Patricia y Eduardo son estatuas vivientes y ejercen su arte en la Rambla de les Flors, hace tres años, los siete días de la semana –excepto cuando llueve- desde las 10 de la mañana, hasta pasadas las 6 de la tarde.

Son las 9.45 cuando estos dos ecuatorianos llegan atiborrados de bártulos, desafiando las altas temperaturas. La habilidad que otorga la rutina testifica la transformación de una chica pura energía del Raval, en la bruja más serena que hayan conocido las ramblas de toda Catalunya. Los dedos de Eduardo son los artífices de tal hazaña: arreglan, peinan, pintan, peinan otra vez…el cabello, el vestido, los broches del traje, la cara de Patricia, sus cabellos… sopla el caballero el talco de la dama para fijar el maquillaje, el blanco de la luna desde el cuello al tabique, el azul de los mares revueltos del sur, bordeando sus ojos tranquilos.

El calor no cede, pero las luces de la mañana amainan el temple y le dan la bienvenida a una bruja que se mira al espejo. Comienza el hechizo: querubines teutones, tortolitos sonrientes, damas y caballeros que estampan sus fotos. Se acercan, la tocan, sonríen y posan. Ella los va saludando- depende del aspecto- en castellano o inglés. Clinck. Monedas de diez, de veinte y cincuenta, un euro tal vez. Muy cada tanto un billete de cinco, muy cada menos un billete de diez. La gente da por terminada la función, pero la bruja los llama y deposita en sus manos una hoja plateada. Así van y vienen, desfilando encantados, unos tras otro con el obsequio en sus manos, los niños, sus padres, parejas, turistas, curiosos, vagabundos, ganadores, perdedores, gente a la que no le interesa ni ganar ni perder.

Al mediodía hacen una pausa. Eduardo vuelve a su piso compartido en el Raval para atender al menor de sus hijos, para retocar el disfraz que quiere estrenar en estos días y para preparar el almuerzo que compartirá con su mujer.

Todo nuevo y nada nuevo en las horas que van deshaciendo la tarde, ventajas y desventajas de un trabajo independiente. La interacción con otras personas, la posibilidad de desarrollar una actividad creativa y ser sus propios jefes, la cercanía del hogar, el hecho de poder compartir sus tiempos, cuentan a la hora de enumerar los puntos favorables. La desconsideración de alguna mano ebria birlando monedas, los toqueteos de algunos/as turistas allí, hasta donde no llega el sol, los calambres, dolores en el cuello y la espalda, amén del calor de estos días, enumeran la parte negativa. Pero ellos siguen adelante y subrayan las bondades de un balance positivo. Así las cosas, día tras día, semana tras semana, este gran callejón de los sueños recibe con sus primeros bostezos a un artesano de los disfraces y a una hechicera de Guayaquil que, años atrás, partieron tras la búsqueda de la fortuna, recorriendo los caminos inciertos, turbulentos y apasionantes de la ilusión.

© Nicolás García Sáez / Texto y foto

Trabajar en BCN / Diario ¨Metro¨/ Año 2003 / Barcelona

“Trabajar en BCN” fue una sección de mi autoría, que se publicaba semanalmente en aquel diario europeo y en la que indagaba en oficios y labores fuera de lo ordinario, que se realizaban en la ciudad de Barcelona.

Metro fue el diario gratuito más importante del mundo. Contó con 24 ediciones, en 16 países y en 15 idiomas. Se distribuía y difundía en Barcelona, Madrid, Estocolmo, Gotemburgo, Malmö, Copenague, Helsinki, Praga, Budapest, Amsterdam, Atenas, Milán, Roma, Varsovia, Santiago de Chile, Filadelfia,Toronto, Montreal, Boston, París, Marsella, Lyon, Hong Kong y Seúl. (año 2002)

Ejemplar impreso a disposición del/la interesado/a