Luego de meditar durante seis años en el bosque, a través de una práctica basada en el ascetismo extremo que estuvo a punto de hacerlo desfallecer, Siddhartha Gautama, escuchó a un hombre decir -frente a su alumnado atento- lo siguiente: ¨las cuerdas del sitar no deben estar muy tensas, ya que se rompen, ni tampoco deben estar muy flojas, ya que su sonido va a ser inadecuado, deben tener la justa tensión para producir la música esperada¨. El futuro Buda comprendió entonces que martirizando -como lo estaba haciendo hasta ahora- a su cuerpo, no iba a lograr gran cosa, mucho menos la iluminación. Luego se sentó bajo un árbol baniano, llamado Ajapala Nigrodha, en las cercanías del río Neranjara, antes de comenzar su enésima ronda de austera mendicidad, que hacía cada tanto por los arrabales de la ciudad hindú de Uruvela, hoy Bodhgaya, cuna sagrada del budismo.
Mientras tanto, por allí andaba garbeando (lo más excelso de este gerundio) con paso sutil, aterciopelado, una dama cuyo nombre era Sujata quien, sin saberlo, trazaría un importante punto de inflexión en el devenir de nuestro Venerado, convirtiéndose luego en la primera discípula laica del Buda Sakyamuni. Hija de Senani, líder de una aldea próxima a Uruvela, cuando tuvo edad para casarse, no consiguió marido ya que no hubo ningún hombre para proponer semejante compromiso. Lejos de apenarse y siendo estricta con su resiliencia, Sujata le dijo al árbol: ¨si consigo casarme con un caballero y tener un hijo varón primogénito, prometo rendirte ofrendas cada día¨. Al poco tiempo se casó y tuvo a su primer hijo, a quien llamó Yasa.
Aún titilaban las estrellas en aquel cielo hindú, hace más de dos mil quinientos años (un suspiro entre la niebla del tiempo, casi una eternidad para los relojes mortales) cuando Sujata despertó y fue con paso más bien raudo a ordeñar a sus vacas (algunas fuentes dicen que fue con leche de cabra), que habían sido alimentadas en un bosque de regaliz, para que el fruto líquido de aquellos animales sagrados fuese más dulce y nutritivo. Colocada en una olla, directamente desde sus manos, la leche fue cocinada junto al arroz y la mantequilla sobre un fuego encendido por ella misma. Luego colocó el arroz con leche dentro de un cuenco de oro, todo envuelto muy delicadamente con un paño blanco, junto a una guirnalda de flores perfumadas.
Sujata le dijo a su amiga, Punna, que preparase un lugar bajo el árbol baniano. La amiga se dirigió hasta allí, su idea era librar la base de malezas y disponer todo de modo pletórico para brindar honores a la deidad. Pero grande fue su sorpresa cuando vio al futuro Despierto sentado bajo el baniano. Siddhartha, el asceta, el príncipe que había dejado de serlo para fundirse con lo más puro y profundo de la naturaleza humana, parecía un dios personificado, incluso con esos trapos de menesteroso que llevaba como única posesión y vestimenta. Punna corrió a contar a Sujata lo que había visto. Al recibir esta noticia, la agradecida tuvo la enorme certeza de que aquel hombre sereno era la divinidad que había cumplido con sus deseos, la que le había dado un marido y un primogénito. De este modo, las dos mujeres fueron al encuentro de quien creían era el espíritu del árbol.
Al llegar, Sujata le entregó la ofrenda al asceta y dijo lo siguiente: ¨ así como mis deseos se han realizado, que también se cumplan los tuyos¨, momentos después se retiró de allí, junto a su amiga. Siddhartha comió el arroz con leche, su cuerpo esquelético pareció emerger fortalecido de las honduras meditativas. Se dice que esta fue la última comida del inminente Buda, antes de su iluminación. Agradecido con el regalo, Siddhartha se dirigió luego al río Neranjara, tomó un baño, lavó el cuenco de oro y dijo lo siguiente: ¨si voy a tener éxito en convertirme en Buda, entonces que este cuenco pueda ir contra la corriente¨. Y así fue. Y no solo sucedió eso sino que el objeto también se mantuvo a flote en medio de las turbulencias del río. Nacía, de este modo, El Camino del Medio, la justa tensión para producir la música adecuada.*
Adaptación : © Nicolás García Sáez
Homenaje
*Continuará