Carmelo, un puente giratorio y el atardecer eterno

La mejor manera de llegar a Carmelo es mediante esos ferrys gigantescos que parten del puerto de Buenos Aires. La mejor hora para empezar el viaje es durante la tranquilidad urbana del amanecer, o bien muy temprano a la mañana, que no es lo mismo, pero casi. El trayecto en sí, atravesando el legendario río, funciona como un aperitivo contenedor y/o refrescante de lo que nos espera. Dentro de esas moles que navegan el agua turbia, infinita, los pensamientos de los pasajeros (lo he notado en la expresión de muchos y muchas) comienzan a ablandarse. Las voces y las risas que al zarpar tenían el color de lo insoportable (por el volumen) ahora suenan más relajadas. Las palabras emitidas optan por un camino distinto, más pacífico, los movimientos pierden tensión mientras piensan en el país vecino. Afuera, en la cubierta, todo es agua, cielo, paisaje y viento fresco y delicioso. Luego de unas pocas horas de viaje, Colonia no tarda en aparecer. Este tesoro centenario, un lujo sudamericano, se sabe, merece una visita impostergable. Luego , nuestro próximo destino es la encantadora y pequeña ciudad o el gran pueblo de Carmelo.

En automóvil o adentro de un bus el paisaje que se puede apreciar a través de las ventanillas es más o menos el mismo: campos prolijos, abundantes, que podrían ser la envidia de la campiña mas flemática e inglesa, o con ciertos lugares pomposos de la Toscana. Demás está decir que no exagero. Pregúntenle a los que anduvieron por allí, señalando entusiasmados las infinitas tonalidades de verdes charrúas durante la primavera, casi llegando al pueblo de las playas, el río y el buen vino.

Luego de atravesar una arboleda geométrica y naturalmente impecable, imperdible durante el otoño, nos encontramos con un lugar que parece teñido por la dulzura melancólica y un tanto tristona de un tango. Hablando de Roma, y según los carmelitanos, la gente de Colonia y varios de Montevideo, allí se cocina el mejor dulce de leche del mundo, cuya marca, en este momento, pido disculpas, no puedo mencionar ya que no cuento con el esponsoreo. Luego de caminar las calles de este pueblo grande, o pequeña ciudad, que fue fundada por el mismísimo Artigas en 1816, el primer atractivo que uno tiende a visitar es el famoso puente giratorio, famoso al menos entre los uruguayos y digno, claro, de extender su celebridad entre nosotros, sus vecinos al otro lado del río. Sobre el arroyo Las Vacas se encuentra este portento de la ingeniería que, además de poder cruzarse de un lado a otro, permite el desplazamiento de embarcaciones de gran porte y calado mediante su giro manual, a tracción humana. Considerado el primer puente giratorio de Sudamérica, hace poco cumplió cien años de vida. De noche, desde la rambla de los Constituyentes, que está a pocos pasos, se puede apreciar  esta gran construcción iluminada, cobrando de este modo un plus interesante

Cruzando el arroyo y el puente y luego de caminar unas cuantas cuadras en las que podremos encontrarnos con algunas sorpresas (allí, en un terreno de vegetación tupida, a mí me tocaron dos caballos blancos, casi gemelos, pastando siempre en la misma posición) se llega a la Playa Seré, otro de los grandes atractivos de este destino. Pocos pasos antes de llegar a la arena hay pequeños bosques, un preludio natural que, ahora si, nos permitirá llegar oxigenados a la playa extensa en donde se dan la mano la nostalgia y las novedades del día, entre gente que matea mansa y mastica galletas sin gusto o se dedica a la pesca de pejerreyes y bogas en las escolleras, las mismas desde donde se pueden apreciar esos atardeceres eternos de la costa uruguaya. En esta playa la arena es clara y diáfana y los árboles están ahí mismo, brindando sus sombras o sirviendo como mero punto de apoyo, referencia o reunión. Cerca, se encuentra la boca del arroyo Las Vacas en donde veleros, barcos, barquitos y yates se desplazan por el agua dulce hacia las islas que hay frente a la playa, o hacia el puerto, que se encuentra yendo nuevamente en dirección al puente célebre y giratorio. Podemos acercarnos caminando a estos lugares o navegando, si tuvimos la suerte de participar en la segunda opción. Ya con los pies en la tierra se puede optar por otro Carmelo, que incluye el casino, los grandes hoteles, la cancha de golf y el Camino del Vino, pero eso se los cuento en otra ocasión.

© Nicolás García Sáez* / Diario ¨La Portada¨ / *Editor del suplemento de viajes, turismo y cultura*

Año 2013 / Carmelo / Uruguay

Ejemplar impreso a disposición del/la interesado/a