Cuerpos pintados / Trabajar en BCN

Emociona escuchar a Verónica cuando habla. Su voz transmite esa profundidad de las que han buceado en sus pliegues más intensos para librar sus propias batallas y han salido victoriosas de casi todas ellas. Una voz que derrama ternura y se rompe frágil en cada penúltima sílaba. Tiene la mirada un pelín triste, pelín sería , una manera de observar directa y concreta, antesala de un mundo poblado de atardeceres de maleta y despedidas, de cenas y bienvenidas. Verónica se mueve como una gata mansa, capitana en los ríos de su arrabal. Está acostumbrada a los piropos de Romeos instantáneos.  Está acostumbrada y le encanta verse plasmada en el lienzo, palpar su rostro en la piedra tallada. Tiene el cabello oscuro, la piel morena y un cuerpo adorado por sombras y soles que utiliza como herramienta de trabajo.

Verónica A. tiene 27 años y hace dos y medio que trabaja posando como modelo desnuda. Reparte sus días entre el Real Círculo Artístico de Barcelona y la Escuela de Bellas Artes Massana, entre esculturas y sesiones de fotografía. Nació en Catalunya, hija única de madre catalana y padre desconocido. Trabaja todo el tiempo que puede: las sesiones la encuentran posando cuarenta y cinco minutos, con un break de quince. Le pagan entre 10 y 12 euros la hora en la Escuela y el Círculo y entre 50 y 60 los escultores y fotógrafos por cada sesión particular.

“Es como una terapia, un espacio para pensar, soy hiperactiva y este trabajo me sirve para quedarme quieta. Valoro muchísimo como me ve la gente que me pinta, me dibuja”, señala la modelo. “Necesitas bastante concentración, pactar un contacto íntimo con tu físico; muchas veces se me duermen las piernas, los brazos, otras es como si levitara”, agrega. Verónica vivió y trabajó en el Port de la Selva y Altafulla, en Cubells y la Vall d’Aran, donde aprendió a correr cada vez más lejos. Fue artesana en Formentera y animadora en las noches de Ibiza. En la actualidad trabaja también, ocasionalmente, como bailarina. Se lo monta muy bien trabajando en las discos de moda, elevando el termómetro y deleitando al tendal, subida a los parlantes mientras mueve el esqueleto al compás de melodías variopintas.La música electrónica es su antídoto y lo aprovecha como pomada antiestrés. En su transcurrir cotidiano va al gimnasio regularmente varias veces por semana y trata de cuidarse con las comidas. Tiene amigos que los cuenta con los cuatro dedos de una mano y un doberman que muchas veces cumple el papel de mejor confidente, haciendo las veces restantes… de perro. A Verónica le atrae la meditación y está ahorrando euro tras euro, con la intención de recorrer en un par de años Oriente, África ó Europa. Todavía no lo tiene bien decidido. Son casi las siete de la tarde. Desde la calle llega un murmullo multiétnico con los primeros ecos de la gente que sale de trabajar. Dentro, en un estudio de pintura, el silencio de una chica que posa desnuda y sueña despierta con desafiar caminando una gran muralla en China, los puentes de Praga, el viento entre las dunas de Namibia.

© Nicolás García Sáez / Trabajar en BCN / Diario ¨Metro¨

Año 2003 / Barcelona

Ejemplar impreso a disposición del/la interesado/a