Rodeo Drive / Beverly Hills / Crónica completa

Edward Lewis se mueve con dificultad por las calles de Los Angeles en un Lotus Esprit.Vivian Ward se pasea como un pez en el agua por el famoso boulevard, con su peluca platinada de bataclana y sus botas gastadas, atadas con alfileres. Allí se conocen. Ella no terminó el secundario y ejerce la profesión más vieja del mundo. Él compra y vende compañías y llegó hasta el final. Lewis le teme a las alturas, Ward sueña con ser una princesa, rescatada de su torre decadente por un apuesto caballero que empuña su espada montado sobre un gran caballo blanco.

Como todo el mundo sabe, los personajes interpretados por Roberts y Gere en la archiconocida comedia romántica ¨Mujer bonita¨, son parte del mundo de ficción y fantasía que la industria del celuloide se encarga de llevar a nuestras pantallas todos los días. Y la semilla del amor que unirá el destino de estos dos seres, al parecer tan diferentes, será plantada en el Regent Beverly Wilshire, el lujoso hotel de mil estrellas construido en 1928, donde nace o termina, según cómo se mire, la elegantísima y glamorosa Rodeo Drive, la calle más exclusiva de todo el dorado estado norteamericano, donde la línea que separa la ficción ya mencionada y la cruda realidad, a menudo se torna muy, muy delgada.

Recorriendo esta avenida, será imposible no acordarse de la vía Condotti, en Roma, de la New Bond Street, en Londres, o quizá de Madison Avenue, en New York, pero las comparaciones terminan ahí. Rodeo es única en su género, the ultimate cure for boredom –la cura máxima para el aburrimiento -, como se suele llamar a estas suntuosas calles, imanes de la moda y el lujo, siempre impregnadas de exquisitas fragancias, bañadas por el tibio sol del sur de California.

Aquí, en Rodeo , todo lo que brilla es oro, y del bueno, hablamos de la materia. Relucen como en pocos lugares del mundo fastuosas joyerías como Cartier y Tiffany & Co., fulgurantes piedras preciosas, relojes, collares, anillos que dejarán boquiabierto a más de uno. También se encuentran por aquí las más exclusivas casas de indumentaria: Gianni Versace, Giorgio Armani, Hugo Boss, Dolce & Gabanna, son solo algunas de las marcas que imprimieron a fuego sus logos en elegantes vidrieras. Por las calles, impecables automóviles cotizados en cientos de miles de dólares van y vienen. Las mejores marcas del planeta dicen presente y hacen latir con mucho estilo el corazón de la arteria más exclusiva de Los Angeles.

Rodeo Drive es una gran pasarela en la cual las muy lustradas y bien presentadas vidrieras, compiten con la vidriera humana que allí desfila a diario: parejas que se estresan por aparentar ser perfectas ; damas extirpadas de un aviso de gaseosa diet, bronceadísimas, dueñas de todo el tiempo del mundo para caminar sin apuro, observar y ser observadas ;querubines malcriados de anteojos negros, con porte de soberbios señoritos muy adelantados a méritos que aún no obtuvieron; donjuanes latinos de fino mostacho, expertos en el arte de piropear a magnas diosas y magras semidiosas que escrudiñan sutilmente el tamaño, la marca y el modelo del rodado del galán de turno; rozagantes y robustos hombres de camisas multicolores ostentando kilates a granel, montando relucientes descapotables color rojo pasión, con la música a todo volumen, por lo general bastante insoportable. A todos ellos se suman los turistas venidos de los cuatro puntos cardinales, ansiosos por cruzarse con alguna estrella de Hollywood o por ver las interminables limusinas blancas en su exhibicionismo diario mientras se dirigen hacia el coqueto y sereno Beverly Hills, el famoso barrio de los popes del espectáculo que se encuentra muy cerca, a un par de cuadras de aquí, donde las estrellas brillan por su ausencia.

Rodeo es un lugar ideal para prestar mucha atención a los pequeños detalles, a situaciones que pueden llegar a tornarse insólitas, por ejemplo: una simpática turista nipona dispara su cámara de fotos como una ametralladora, sale corriendo como un huracán descontrolado hacia el medio de la calle y apunta certera a un extraño automóvil de aspecto intergaláctico y vidrios sumamente polarizados; me acerco y le pregunto, asombrado, a quién le estaba hurtando el alma y me contesta, sonriente y satisfecha: “I don’t know”.

Así es Rodeo Drive, una pequeña porción de ilusión y glamour, un selecto y bruñido rincón en esta gigantesca, vertiginosa, ciudad de Los Angeles, siempre  pletórica de enigmas, absurdos y sorpresas. Si en algún momento pasea por estas calles y, por casualidad, se cruza con un gran caballo blanco montado por un tipo que empuña su espada mientras una pelirroja con su cabello al viento lo abraza por la espalda…no se pellizque, todo es posible en la calle de los sueños.*

*Nicolás García Sáez, texto y fotos, revista Corporate (Travel & Lifestyle)

Año 2000 / Rodeo Drive, LA, California, Estados Unidos

Original impreso a disposición del/la interesado/a