Tienen los amaneceres el aroma intenso de ciertos colores. Mientras el sol despierta, perezoso, al otro lado de las sierras, cada tanto me gusta imaginar las callejuelas que no conozco de Katmandú, de Benarés, de Rishikesh. Sabiendo que allí pueden habitar el caos y la armonía excelsa, me desplazo junto al canto del zorzal, tendiendo mi mano a un céfiro que arenga a los turquesas. Muevo los horarios, aterrizo y emprendo un recorrido a paso lento por la otra aurora, cuando casi todo duerme en aquellos lugares
© Nicolás García Sáez